Introducción
El Panteón de los Próceres, junto a la Universidad de San Marcos, no tiene como principal foco artistas o intelectuales. Y pese a esto, entre políticos y militares, héroes de la Independencia y los orígenes de la República, bajando por la escalera lateral, a un costado de la tumba de Castilla, descansan los retos de José Bernardo Alzedo, autor de la música del Himno Nacional. ¿Cómo no emocionarse? ¿De cuántos músicos latinoamericanos del pasado podemos hoy respetar sus restos mortales, encontrar un monumento? ¿Cuántos llevan sus nombres en calles, teatros o parques? Probablemente Alzedo sea uno de los pocos, sino el único, que tiene tal estatus: su tumba protegida, su memoria conservada.
¿Pero qué memoria es la que se conserva de este Alzedo? ¿Sabemos realmente quién es? Su Himno, por cierto, es interpretado cada día en innumerables escuelas, en radios, conciertos de música de todo tipo, pero el autor parece haber quedado atrapado en la memoria de una sola obra, su “one hit wonder” del Perú del siglo XIX. Alzedo mismo, hacia el final de sus largos días, solía firmar simplemente como “autor” o “compositor” del himno nacional del Perú, un elemento para entonces más importante que cualquier otro hito en su vasto currículum: autor de varias otras canciones populares en su tiempo (como “La Chicha”), respetado monje dominico, maestro de capilla de la Catedral de Santiago de Chile, autor del más completo e importante libro sobre música publicado en América Latina en el siglo XIX, héroe de las batallas de la independencia, etc.
Este libro es el resultado de más de una década de estudios sobre Alzedo y su tiempo, en un intento por recobrar su memoria más allá del Himno Nacional. No se puede desconocer la importancia de esta obra imperecedera, pero creo que la ubicuidad de la misma ha ocultado al Alzedo músico y persona. Alzedo, más allá de ser autor de aquel himno, es también una de las figuras claves de la música latinoamericana (no solo peruana) del siglo XIX, un músico en tránsito entre la colonial y la república, que dejó un legado musical e intelectual de enorme relevancia, desde sus obras religiosas a su monumental Filosofía de la Música. Descubrir a ese Alzedo, cantor patriótico y músico integral, es una tarea pendiente de la que espero este libro sea vital contribuyente.
Hay tres razones fundamentales para escribir una “nueva” biografía de Alzedo. La primera es el auge que ha tenido en las últimas décadas un modo de entender la biografía no como una hagiografía de un héroe, sino como un lente para una época, con sus contradicciones humanas y creativas, y las posibilidades casi infinitas de ver un periodo a través de un ser humano único. En el caso de Alzedo, esto es especialmente evidente, dados sus múltiples transiciones: músico entre colonial y república, mulato, entre Perú y Chile, entre lo religioso y lo patriótico, entre el siglo XVIII y el XIX, entre el estilo clásico y el romántico, etc.
La segunda razón es que hay una clara divergencia entre el modo en que se ha escrito sobre Alzedo en los dos países donde vivió: Chile y Perú. Mientras en Perú se ha escrito sobre él principalmente como autor del Himno Nacional (con los volúmenes de Carlos Raygada como texto fundamental), en Chile la escritura ha sido sobre Alzedo el maestro de capilla de la Catedral de Santiago por casi veinte años (Alzedo vivió en Chile cuarenta años de sus casi noventa de vida). Esta divergencia hace que quien quiera entender a Alzedo como figura completa, necesite venturosamente acercarse a una serie de trabajos dispersos, no siempre fáciles de conseguir en nuestros días, y por tanto su memoria como músico y persona está más arraigada en un puñado de expertos que en el público general.
La tercera razón, es que la investigación sobre Alzedo se ha hecho a espaldas de su música, considerada por prominentes autores en Perú y Chile como de bajo nivel, no a la altura de su sagrado himno. Esto es un absurdo: a Alzedo debemos entenderle en su contexto, según sus ideales estéticos e intenciones como artista. Las ideas de lo que es un “buen compositor” entonces, en América Latina, no son ni las de un Beethoven ni un Schumann, sino algo completamente distinto. Para Alzedo, como señalaré más adelante, el buen compositor no es el gran genio rupturista, o quien sabe expresar mejor sus emociones internas en un arte abstracto (ideales románticos alemanes del periodo), sino quien sabe adaptar los textos correctamente y con la mejor expresión a la música, como él mismo señala en su gran Filosofía de la Música; y si nos atenemos a sus propios criterios, su obra, en mi opinión, es brillante, como trataré de demostrar a través de este texto.
Por tanto, esta es una biografía que, aunque recupera bastante de lo ya publicado sobre el compositor, lo hace con nuevas ideas y perspectivas, y una lectura fresca de su propia música. Ojalá esta biografía permita entusiasmar a los lectores a conocer más de Alzedo, a otros investigadores a acercarse a su música y, especialmente, a intérpretes y gestores musicales a volver a editar e interpretar su obra, que es una de las deudas culturales más grandes que tenemos tanto en Perú como en el resto de la región. Ojalá que, camino al Bicentenario del himno y del Perú, y de aquel clamor del “Somos Libres”, Alzedo empiece a recobrar su debido lugar en la memoria musical de la América Meridional.
¿Pero qué memoria es la que se conserva de este Alzedo? ¿Sabemos realmente quién es? Su Himno, por cierto, es interpretado cada día en innumerables escuelas, en radios, conciertos de música de todo tipo, pero el autor parece haber quedado atrapado en la memoria de una sola obra, su “one hit wonder” del Perú del siglo XIX. Alzedo mismo, hacia el final de sus largos días, solía firmar simplemente como “autor” o “compositor” del himno nacional del Perú, un elemento para entonces más importante que cualquier otro hito en su vasto currículum: autor de varias otras canciones populares en su tiempo (como “La Chicha”), respetado monje dominico, maestro de capilla de la Catedral de Santiago de Chile, autor del más completo e importante libro sobre música publicado en América Latina en el siglo XIX, héroe de las batallas de la independencia, etc.
Este libro es el resultado de más de una década de estudios sobre Alzedo y su tiempo, en un intento por recobrar su memoria más allá del Himno Nacional. No se puede desconocer la importancia de esta obra imperecedera, pero creo que la ubicuidad de la misma ha ocultado al Alzedo músico y persona. Alzedo, más allá de ser autor de aquel himno, es también una de las figuras claves de la música latinoamericana (no solo peruana) del siglo XIX, un músico en tránsito entre la colonial y la república, que dejó un legado musical e intelectual de enorme relevancia, desde sus obras religiosas a su monumental Filosofía de la Música. Descubrir a ese Alzedo, cantor patriótico y músico integral, es una tarea pendiente de la que espero este libro sea vital contribuyente.
Hay tres razones fundamentales para escribir una “nueva” biografía de Alzedo. La primera es el auge que ha tenido en las últimas décadas un modo de entender la biografía no como una hagiografía de un héroe, sino como un lente para una época, con sus contradicciones humanas y creativas, y las posibilidades casi infinitas de ver un periodo a través de un ser humano único. En el caso de Alzedo, esto es especialmente evidente, dados sus múltiples transiciones: músico entre colonial y república, mulato, entre Perú y Chile, entre lo religioso y lo patriótico, entre el siglo XVIII y el XIX, entre el estilo clásico y el romántico, etc.
La segunda razón es que hay una clara divergencia entre el modo en que se ha escrito sobre Alzedo en los dos países donde vivió: Chile y Perú. Mientras en Perú se ha escrito sobre él principalmente como autor del Himno Nacional (con los volúmenes de Carlos Raygada como texto fundamental), en Chile la escritura ha sido sobre Alzedo el maestro de capilla de la Catedral de Santiago por casi veinte años (Alzedo vivió en Chile cuarenta años de sus casi noventa de vida). Esta divergencia hace que quien quiera entender a Alzedo como figura completa, necesite venturosamente acercarse a una serie de trabajos dispersos, no siempre fáciles de conseguir en nuestros días, y por tanto su memoria como músico y persona está más arraigada en un puñado de expertos que en el público general.
La tercera razón, es que la investigación sobre Alzedo se ha hecho a espaldas de su música, considerada por prominentes autores en Perú y Chile como de bajo nivel, no a la altura de su sagrado himno. Esto es un absurdo: a Alzedo debemos entenderle en su contexto, según sus ideales estéticos e intenciones como artista. Las ideas de lo que es un “buen compositor” entonces, en América Latina, no son ni las de un Beethoven ni un Schumann, sino algo completamente distinto. Para Alzedo, como señalaré más adelante, el buen compositor no es el gran genio rupturista, o quien sabe expresar mejor sus emociones internas en un arte abstracto (ideales románticos alemanes del periodo), sino quien sabe adaptar los textos correctamente y con la mejor expresión a la música, como él mismo señala en su gran Filosofía de la Música; y si nos atenemos a sus propios criterios, su obra, en mi opinión, es brillante, como trataré de demostrar a través de este texto.
Por tanto, esta es una biografía que, aunque recupera bastante de lo ya publicado sobre el compositor, lo hace con nuevas ideas y perspectivas, y una lectura fresca de su propia música. Ojalá esta biografía permita entusiasmar a los lectores a conocer más de Alzedo, a otros investigadores a acercarse a su música y, especialmente, a intérpretes y gestores musicales a volver a editar e interpretar su obra, que es una de las deudas culturales más grandes que tenemos tanto en Perú como en el resto de la región. Ojalá que, camino al Bicentenario del himno y del Perú, y de aquel clamor del “Somos Libres”, Alzedo empiece a recobrar su debido lugar en la memoria musical de la América Meridional.